lunes, 24 de julio de 2006

Dime cómo te llamas y te diré cómo eres en la cama

Botina hizo lo impensado: se inscribió a un curso de culinaria. Ni bien saludó y la mujer que dirigia el curso le impartió su primera órden:

- Eh, joven, coja uno de esos cuchillos y pele esas papas.

Botina, obediente, procedió a hacer el ridículo con el noble tubérculo. Mientras se sacaba los ojos viendo cómo hacian las demás personas para realizar la misma tarea, notó que era el único varon en el lugar. Para hacer la aseveración todavía más contundente, cada miembro del curso llevaba una escarapela con su nombre. Botina examinó disimuladamente los nombres de sus compañeras y creyó haber encontrado en ellos algunas verdades asombrosas: "María del Mar", por ejemplo, es un polvo que debe saber a sal. "Ana" es un polvo chiquito, y como palíndromo que es, debe ser la misma cosa por delante que por detrás. "María José", ni hablar de esa criatura endemoniada: vas por las tetas de María y terminas agarrándole los testículos a José. "Soledad": cerda insaciable. Todo iba de maravilla hasta que recordó que su madre se llamaba Consuelo y, por supuesto, dejó de joder.

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