viernes, 16 de noviembre de 2018

Rue de Kléber

La realidad es un sueño; la verdad: un despertar.


Nubes grises como poderosas explosiones detenidas en el tiempo cubrían el cielo de París. Abajo, en la tierra, un niño y su padre caminaban por la casi desierta Rue de Kléber en dirección a Trocadéro, buscando algo de comer. El niño, que nunca había visto tantas hojas muertas en las calles de ningún lugar del mundo, que nunca había visto la luz de la ciudad luz, iba recogiéndolas imaginando que eran robots a los que había que combatir; el padre llevaba, además de sus propias hojas, su equipaje, y a ratos tenía que llamar al chico con un grito para que avanzaran antes de que el océano en el cielo bajase a bañarlos con la paciencia del agua dulce. Estaban despidiéndose (pero no sabían de qué).

Encontraron un lugar donde comer y decidieron sentarse en la terraza, aprovechando la extrañamente agradable temperatura del primero de noviembre. Pidieron un menú para compartir, postres y agua. Sin embargo, el agua del cielo llegó antes que el agua que habian ordenado, lo que les obligó a ingresar al interior del resto. Allí, frente a frente, comiendo a velocidades distintas, viviendo a velocidades distintas, cada bocado y cada movimiento, cada respiración y cada parpadeo, cada palabra y cada risa, cada trozo de piel, cada lunar; el tamaño de los dedos y de los dientes, la gravedad de la voz y la duración de las carcajadas, la textura del pan y el sabor de las tartalettes au citron junto con el día el mes el año y la hora pasaban al carrete de la memoria como pasa la vida por la ventana de los trenes sin saber que ese tren en el que iban, cuando hubo recorrido y recuperado todos y cada uno de los detalles que construían esa realidad, arribó a una estación que papá ya había visto antes:

- ¡Ve! ¡Yo soñé esto!

Pronunciar esa frase fue como apuntarse un arma en la sien.

- Soñé esto, y en mi sueño, también te decía que había soñado esto.

(Si la materia es lo que percibimos con los sentidos, ¿de qué están hechas las cosas que percibimos en los sueños? La capacidad de percibir cosas durante los sueños nos conduce a pensar que la idea de la percepción es más persistente que la percepción como tal; por lo tanto, el componente definitorio de la percepción, es la memoria. Así, los sueños están hechos de recuerdos, y son recuerdos, o mejor dicho, ensambles de recuerdos, las cosas que en ellos percibimos. Pero, ¿cómo era posible recordar, cómo era posible ensamblar, o más precisamente, reconstruir una escena que aún no había sucedido?)

- Au revoir muchacho.
- Chao papi.

Bang.

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