Sé humilde ante tus instrumentos: ante los árboles que quisieron ser guitarras, ante el aire que transmuta sus partículas en notas, ante tus dedos que transcriben los frutos de tu imaginación. El Cosmos se expande con cada canción que nace,
y el espíritu se eleva al erigir la estructura silenciosa
de un arreglo
de un compás y de un arpegio
tallados en la roca inerte del silencio.
Tu voz tiene el poder de cambiar el mundo, aunque sea por un instante.
Como un ojo en blanco era el silencio. Como un ojo que giró hacia atrás para ver lo que desde adelante ya no alcanza. Hacia adentro es oscuro; un recuerdo fugaz raya el tablero negro, pensó en sus besos, los besos lo llevaron a pensar en su boca y sus palabras, estas a su vez lo hicieron pensar en como hablaba, en como comia, como reia y como cantaba, y esto le hizo recordar cuando bailaban, cuando se rozaban, cuando se abrazaban, cuando se abrigaban, cuando se respiraban, cuando se miraban, cuando se amaban y cuando se odiaban; cada cosa que pensaba se multiplicaba como un virus infalible, una mitósis infinita e incontrolable de ideas y recuerdos que iban apiñándose violentamente como granos de arena en una trampa egipcia, uno tras otro velozmente, sin perder tiempo, sin despegarse nunca del grano que tiene delante ni del que está a su izquierda o a su derecha y que lo atraviesan todo con una rapidez iracunda: rebosaron sus pulmones, rebosaron sus ojos, rebosaron todas las entradas y salidas conocidas y secretas de su ser, todo para despertarse a las cinco de la mañana con la cabeza reventada, el cuerpo vacío y tu nombre en la arena.
Estado umbral; torrente poderoso que limita al oriente con la felicidad, al occidente con la conciencia y al norte con la muerte (el sur es una autopista de longitud indefinida). Explosión efímera comparable al big-bang creador del universo, la vida, la pureza y demás productos lácteos.
Amor
Tango inconcluso; cuerda floja de circo cuya elasticidad nos permite tocar el cielo y el suelo -la sensación de ascenso y descenso genera el mismo vacío en el estómago- y que en ocasiones degenera en un nudo alrededor del cuello.
Vida
Llamada telefónica por cobrar.
La explicación de la existencia está en la parte de atrás de cualquier caja de cereal.
¿Qué importa que seas Mac o PC, qué importa que seas Pentium o AMD, qué coño importa que solo te sirva un USB, si lo único que quiero es tu memoria, tus recuerdos, tu cerebro gris plagado de días muertos?
Te perdono por tus fallas y errores, controlaldels y pantallas azules, for the page font image sound and all the things you said "not found";
pero no olvido que olvido las palabras que secretamente nos decimos, las que te susurro con los dedos, las que nos decimos como ciegos; las que te digo a tí, a tí y sólo a tí; perdóname por las mil claves olvidadas y por tus teclas maltratadas, porque te juro que con cada cosa que escribo me doy cuenta de que tú y yo somos muy parecidos.
El día antes de nacer escribieron en mis manos mis nombres y apellidos, el color de mi piel, el número de mis cabellos, los nombres de mis padres y hermanos, los días que viviré y el día que moriré. El día antes de nacer acepté entrar en un universo que se destruye a sí mismo.
Hoy, hace algunos años, acepté la propuesta de un dios suicida.
Quisiera volver a ser un niño pequeño, una pequeña larva sin alas. Tener otra vez esa edad en la que el tiempo transcurre como un dulce cosquilleo de reloj; que otra vez me enseñaras a hablar, a caminar, a jugar fútbol; volver a ser el "Rigo chiquito": esa gotita de agua igualita a vos. Pero al tiempo me gustaría que vos también fueras un niño pequeño y que volvieramos a esa playa donde pasaste tu infancia, que construyeramos castillos en la arena, y que yo aprendiera, como vos, a nadar en el mar. Me hubiera gustado mucho, no sabes cuanto, haber sido aquel niño con el que un día construiste una precaria balsita de madera para explorar el oceano; habernos perdido todo el día buscando tesoros, monstruos, barcos abandonados o alguna isla sin dueño y volver al final de la tarde casi muertos a encontrarnos con el rostro triste de la abuela, diciéndonos, entre sollozos, que nunca más emprendieramos esos viajes imaginarios. Pero nos correspondió encontrarnos en otro camino, en otras circunstancias y de otra manera: vos el padre, yo el hijo. En otro universo probablemente sea al revés, yo la madre y vos la hija, vos el revolver y yo el disparo, yo el tigre y vos el pintado, no importa como, lo cierto es que hoy, en tu cumpleaños, cuando soples las velitas, me perdones por no poder estar con vos. Mayo 3 de 2006.
Como un árbol que da sombra y da fruto, como sus hojas, quienes al igual que los ríos, murmuran desde siempre el secreto de los dioses. Como sus carnosos frutos, como la suave piel de las uvas, como la dulce perfección del sabor de su boca, como todo aquello que es indecible por respeto a la eternidad, como todo aquello, es el amor.
La tomó por los hombros desnudos. Fingió sorprenderse, más el cuerpo no engaña: su cuello se ofrecía como tierra fértil después de la lluvia. Con la fuerza de un vendaval atravesó sus cabellos; con los dientes arrancó de raíz el olor rosa de su carne. Comenzaron un vaivén lento, húmedo, espeso; sus cuerpos se juntaban, se separaban, se volvían a unir, cada movimiento era una nueva figura, un nuevo trazo, la silueta cambiante de sus cuerpos era una sombra chinesca en la pared. A veces eran un ave; por momentos un toro, luego un perfil de mujer, una nube, un río, un árbol agradecido que extiende sus retorcidos brazos al cielo como quien celebra un gol maravilloso, otra vez un perfil de mujer, otra vez los dos, otra vez ella, sola, como desde el comienzo, cuando fingió sorprenderse con sus propias manos.
Bajo de las montañas y cruzo la ciudad sucia; toco tu puerta y sales como el sol desde un abismo de flores negras. Tus manos me reciben como palomas con las alas extendidas; llego a tu boca como el mar llega a la arena.
Tus palabras perfumadas y las sonrisas vívidas; mi alma rígida y tu boca afortunada,
vuelvo a mirarte: soy un testigo afortunado de tu existencia.
Nacemos con los ojos cerrados como si no quisieramos despertar de ese sueño oscuro, de ese sueño lento, de ese sueño infinito en el que nada nos hace falta. Y un día nacemos, y nacemos con los ojos cerrados: cicatrices que una vez abiertas, nunca más vuelven a cerrarse. El acto involuntario y constante del parpadeo es tal vez el recuerdo de una advertencia lejana que seguramente nos hicieran los dioses al principio de los tiempos: Nunca abran los ojos, porque verán la muerte: verán que nada es para siempre. Solamente con los ojos cerrados puedo derrotar a la muerte; puedo besarte y puedo soñar contigo entre los brazos trémulos de la oscura noche: la noche que es el sol con los ojos cerrados.