El hombre es un dios cuando sueña y apenas un mendigo cuando piensa.
Hölderlin
Las computadoras personales están dejando de ser ese tibio remedo de los hombres. Intentamos hablarles a través del teclado; quisimos que nos sintieran un poco más con el mouse y ahora, como si se estuviera calentando la cosa, las acariciamos con los touch-pad que tienen los laptops o los sensores de los i-Pod e incluso son capaces de sentir nuestra fuerza con ese increible mando del Nintendo Wii. Las máquinas, a fuerza de movimientos, gestos y caricias, están aprendiendo lo que es el placer.
Pero hasta ahora dicho placer es disparejo: nosotros ponemos la acción y ellas el cuerpo, que se desgasta, y que es como recurrir a la clásica estupidez de yo invito pero tú pagas.
¿Qué va a suceder después?
Los sistemas de sensibilidad evolucionarán hasta funcionar con componentes biológicos -seguramente humanos y con ciertas modificaciones genéticas que les permitirán interactuar con los elementos de silicio y carbono- capaces de sentir y reaccionar como los nuestros; componentes vivos que nacerán, se reproducirán y morirán haciendo que nuestras máquinas puedan actualizarse y mantenerse por sí mismas; eliminarán sus componentes viejos y los remplazarán con nuevos. (Aunque, desde luego, esto no será rentable para los desarrolladores: crearán componentes de corta vida.) Existirán criaderos de células especializadas para computadoras y mafias que traficarán con dichos elementos. Y las máquinas, una vez experimenten estas nuevas sensaciones, las clasificarán en aquellas que les gustan y aquellas que no. Serán capaces de decidir. Y probablemente sentirán cansancio y se rehusarán a trabajar si la jornada es muy larga o si ya han tenido suficiente de una sensación aunque haya sido agradable. Es decir, aprenderán a mentir.
En la medida en que dichos componentes evolucionen también evolucionará la forma en que la computadora y el ser humano se integran y se entienden. Las máquinas serán capaces de reaccionar, aprehender y comprender las funciones químicas y cerebrales de los hombres -ansiedad, nervios, relax, excitación, alegría, tristeza- y sabrán, por citar un ejemplo mediocre, qué canción poner de acuerdo a cómo nos despertamos.
En otras palabras, aprenderán a leernos la mente.
Una vez esto suceda se desarrollarán programas cuyo funcionamiento esté vinculado directamente a la actividad de los hemisferios cerebrales; el procesador de la computadora será capaz de traducir nuestros pensamientos, imaginaciones, sueños y recuerdos -concientes y subconcientes- en experiencias sensibles -olores, sonidos, sabores, texturas, lugares, ambientes- que ampliarán nuestras percepciones y modificarán la manera en la que entendemos el mundo. Sabremos, por ejemplo, qué pasa por la mente de alguien que se halla postrado hace años en un coma profundo, o qué cosas pasan por la cabeza de un bebé, de un loco, de un perro o de un chimpancé. Agradeceremos haber nacido humanos y bendecidos con la imaginación. Sin importar si pertenecemos a religión alguna entenderemos por vez primera eso de creados a su imagen y semejanza: seremos dioses capaces de crear universos propios. Y también, por primera vez, nos sentiremos, literalmente, inmortales, divinos e irrepetibles.
Todas las experiencias humanas cambiarán, desde las artes hasta las maneras de jugar, de pensar y relacionarnos. La vida será como un ajedrez en el cual no importan los movimientos sino los silencios que guardamos entre ellos; silencios que serán gritos, pues gracias a un crack que todos tendremos -pero negaremos tener- seremos capaces de acceder a la mente del otro. Las religiones, como siempre, estarán en contra. La posibilidad de conocer lo que el otro piensa, planea o decide -antes de llevarlo a cabo, por suspuesto- supone la negación del libre albedrío. La amistad, el amor y el sexo serán, finalmente, sinceros. El sentido del humor cambiará de forma, el amor de óptica, y la fé de dios.
Yo, por lo pronto, me cambiaré a una consola de séptima generación.
Una vez más admiro tu capacidad de hablar mierda inteligente. No mentiras creo lo mismo que tu, todo lo que pronosticas, señor brujo, seguramente va a suceder menos una cosa: el amor, finalmente, no será sincero.Al contrario, el amor será más tolerante, sabrás que tu amor tiene otro amor y tendrás que aceptarlo, como hoy se aceptan a los gays, que tu amor tenga otro amor, otros deseos y otras fantasias en donde tu no eres el protagonista.
ResponderBorrarLina T.
Todo eso es, claro, escalofriantemente verosímil. Sin embargo, hay dos cosas que pueden salir mal. (y recuerda la primera ley de Murphy)
ResponderBorrarLa primera, es que se derrumbe pronto la civilización. Suponga que, por ejemplo, se acabara de pronto el petroleo. ¿podría soportarlo la industria informática? Y esa es la menor de las catástrofes que se ciernen sobre nuestra forma de vida.
La segunda, es que en el caso de que lo anterior no suceda, es posible que la tendencia de estupidización mundial haga marchitar y morir la investigación. Está claro que hay una comunidad muy dinámica de gente que hace avanzar la tecnología en un proceso que parece imparable, pero también es cierto que cada vez más, las masas se vuelcan a apoyar gobiernos incompetentes y autoritarios que desprecian el conocimiento y la ciencia, como el de Bush en Estados Unidos, y el de Uribe en Colombia. Si eso es una tendencia mundial, puede frenar considerablemente el avance de la tecnología, como ya lo está haciendo en Estados Unidos.
Suponiendo, como espero que ocurra, que no pase ninguna de las dos cosas que mencioné, la descripción del señor Botina parece bastante acertada. Sin embargo, me parece que se le escapa un aspecto importantísimo: la redefinción del individuo.
¿Qué tan exacto es pensar que una máquina tenga la misma idea de individuo que nosotros? Un computador no está limitado igual que una persona, es difícil que se sienta un individuo de la misma manera. ¿sería cada microprocesador un individuo? ¿cómo "sentiría un cluster? ¿o sería el software el que tendría una conciencia de sí mismo? Realmente, la definición de un yo es más problemática para computadores que para humanos, que al fin y al cabo estamos bastante delimitados, informáticamente hablando, hasta ahora.