sábado, 5 de agosto de 2006
2+2=pum
Dice Nicolás Gómez Dávila que la sabiduria comienza -pero sólo comienza, es enfático- con la comprensión económica de la historia. En el fondo, Gómez Dávila está hablando de cantidades, porcentajes, estadísticas: de números. Otro hombre muy lúcido, Carl Sagan, dice -lo supe a través de la película Contacto- que las matemáticas son el lenguaje del universo. Borges veia en ellas una belleza intelectual semejante a la poesia. Yo, un desadaptado desde la más tierna edad para las ciencias exactas -desadaptado para su aplicación, mas no para su apreciación- puedo decir que las matemáticas son un lenguaje excepcional: explican lo que no podemos ver. Son, digamos, un lenguaje de fe; una manera de explicar lo irracional, de hacer tangible lo intangible; -lo cual es paradójico: su belleza radica en la forma de articular las diversas formas, combinaciones y variantes de la lógica con el fin de dar a entender cosas que dentro de nuestra experiencia no sucederian nunca: lo racional explica lo irracional- la estructura silenciosa de las imaginaciones más increibles como los agujeros negros, la música, el tiempo y demás cosas que no podemos tocar pero que nos atraviesan. Las matemáticas: esa bala perdida que busca incansablemente la cabeza de Dios.
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